jueves, 29 de febrero de 2024

RUSH, a letras


 Por: Roberto Toledo. Periodista.

 

 Domingo 17 de octubre de 2010. El dinosaurio del rock toca por primera vez en el fin del mundo. En el subdesarrollo. En la periferia del globo terráqueo. Recién cuatro días antes se había ejecutado el rescate de los 33 mineros por el derrumbe de la mina San José, ubicada en Caldera, cerca de Copiapó en el norte de Chile. El caso dio la vuelta al mundo y dejaba en evidencia una vez más la precariedad laboral, la misma que 106 años atrás había narrado don Baldomero Lillo en el primer libro de literatura de denuncia social escrito en Chile llamado "Sub terra", publicado en 1904 y que relataba las miserias de los mineros que trabajaban en la explotación del carbón en la ciudad de Lota.

 

La noticia de la confirmación de este concierto comenzó al menos un año antes y la expectación no fue menor. Para los fanáticos del rock, la banda canadiense Rush siempre fue, es y será “otra cosa”. Era el marco de la gira “Time Machine Tour” y tocarían por completo el disco “Moving pictures” del año 1981, que comienza con el famoso “Tom Sawyer”.

 

Por esos años, con mi colega y amigo Felipe Ogaz nos pusimos de acuerdo: 

 - ¡Viene Rush, tenemos que comprar las entradas antes que se agoten! 

- ¡Ya, por la premura, compremos las dos con la tarjeta y las pagamos a letras!

 

Compramos entradas para cancha. Las pagamos a tres meses precio contado durante noviembre, diciembre y enero de 2011. En ese tiempo había que ir presencialmente a comprar un “ticket”. No se hacía fila virtual y se respetaba el turno. He sabido que ahora al comprar por internet se puede estar clavado en puesto de espera número 25 mil ¡qué horror!

 Pasaron al menos cuatro o cinco meses hasta el día del espectáculo. Por fin aquel domingo 17 de octubre de 2010 Felipe estacionaba su auto a unas cuadras del estadio nacional, en un rincón estratégico que mi amigo conocía muy bien. Mientras íbamos caminando al recinto le comenté que en la oficina había una gringa, a quien le conté -como una divertida forma de perder el tiempo- que venía a ver a Rush. La gringa, entusiasmada con la conversa me dijo en su chapurreado español con sonsonete anglo:

"¡Qué bueno! Una vez, hace años, los vi en San Luis (Ciudad donde está el arco Gateway, ubicada en el estado de Misuri, Estados Unidos) porque yo soy de allá. Me llamó la atención el público, porque había muchos granjeros. ¡Pásalo bien!”.

 A la entrada del estadio nos hicimos fotos con unas promotoras. Se sentía expectación. Un par de días antes de comenzar a escribir esta columna Felipe me recordó que Neil Peart viajó en su motocicleta desde Brasil para llegar a tocar a Santiago de Chile. Y es cierto, Peart además y por primera vez en 36 años, hizo una foto desde la batería al público y la subió a Twitter (hoy X).

 Fue un concierto alucinante. Sin estridencia. Sin ruido de tarros.  Ver la infraestructura de primer mundo, el sonido y la calidad del espectáculo de los dinosaurios canadienses fue inolvidable. Dedicaron a los 33 mineros el tema "Stick it out" del disco "Counterparts".

 Rush fue y digo fue, una banda especial, porque el irremplazable Neil Peart, cerebro y motor de este grupo, falleció el 7 de enero de 2020 a los 67 años. 

 No pretendo y menos quiero ser pedante, no soy crítico de música. Los que hablan hoy en los medios son gente que solo hace comentarios replicando lugares comunes de las publicaciones del negocio del espectáculo. Además, la mayoría no toca ni el timbre.

 Me gusta Rush, pero su etapa ochentera. Por si les interesa, aparte de sus hits “Tom Sawyer”, "Red barchetta", "Closer to the heart" o “The spirit of radio" les recomiendo la escucha de los discos: "Moving pictures", "Signals", "Grace under pressure", "Power windows", "Hold your fire", el especial "Presto", "Counterparts", "Rush in Rio" y el último, aunque algo repetitivo "Clockwork angels". 

 Con Felipe siempre recordamos la anécdota de haber visto a "Rush, a letras". Jamás nos arrepentimos porque pagamos por ver un gran espectáculo, escuchamos un gran concierto y reímos mucho, porque lo pasamos muy bien.

 Alcanzamos a ver tocar juntos a Neil Peart, Geddy Lee y Alex Lifeson.

 Te dedico esta columna amigo.

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