viernes, 5 de abril de 2024

Ultravioleta

 

Por: Roberto Toledo. Periodista.

 

    Cursé mi educación básica entre 1981 y 1988. Todos los años en los actos de septiembre, mi escuela fiscal con número de portaaviones se adornaba con banderas, guirnaldas y la alegría de la primavera.  Por esos años, un profesor, el Sr. Campos, hacía cantar a su curso integrado por hombres la canción "la petaquita" de Violeta Parra. Era divertido ver y escuchar a un coro de más o menos quince pelusones cantando, muy serios, frases como: "Tengo una petaquita, para ir guardando, las penas y pesares, que voy pasando. Pero algún día, pero algún día, abro la petaquita y la encuentro vacía". Y así, año tras año y en distintas actuaciones, los mismos tontorrones cantaban al unísono y moviéndose en vaivén "tengo una petaquita, para ir guardando, las penas y pesares que voy pasando", mientras el Sr. Campos, muy serio, los dirigía.

    Así conocí a Violeta Parra de manera consciente. Mi abuela Rosa, que escuchaba radio en el campo, cantaba otra canción: "Dónde estás prenda querida, dueña de mi pensamiento". La susurraba bajito, como divagando. Con los años, "gracias a la vida" y "volver a los 17" se escuchaban en la televisión de la dictadura bajo la siútica interpretación de aquellos cantantes que la homenajeaban sólo para el espectáculo.  Bueno, eran otros tiempos, otra televisión.

    Pero la epifanía vino a mí un día al final de la década de los años noventa cuando en un disco compacto de Violeta escuché los siguientes versos: "Me mandaron una carta, por el correo temprano, en esa carta me dicen que cayó preso mi hermano y sin lástima con grillos, por la calle lo arrastraron". Abrí los ojos y los pelos de mis brazos se erizaron como alambre. "La carta dice el motivo, que ha cometido Roberto (coincidencia), haber apoyado el paro que ya se había resuelto. Si acaso esto es un motivo, presa también voy sargento".

    La canción seguía sonando y los versos de Violeta Parra eran una ráfaga:

    “Yo que me encuentro tan lejos, esperando una noticia, me viene a decir la carta que en mi patria no hay justicia, los hambrientos piden pan, plomo les da la milicia”.

    “De esta manera pomposa, quieren conservar su asiento, los de abanico y de frac sin tener merecimiento, van y vienen de la iglesia y olvidan los mandamientos, sí”.

    “Abrase visto insolencia, barbarie y alevosía, de presentar el trabuco y matar a sangre fría, a quien defensa no tiene con las dos manos vacías, sí”

    La carta que he recibido me pide contestación, yo pido que se propale por toda la población, que el león es un sanguinario en toda generación”.

    “Por suerte tengo guitarra, para llorar mi dolor, también tengo nueve hermanos fuera del que se engrilló, los nueve son comunistas con el favor de mi Dios, sí”

     La carta se publica el año 1971 en “Canciones reencontradas en París”, disco póstumo de Violeta, pero fue grabada en 1962. Esta canción, con dos acordes, consigna el inicio de “la nueva canción chilena”, aquella composición musical popular que comienza a hablar de las necesidades, carencias y anhelos de justicia del pueblo chileno.

    Con el nacimiento de la nueva canción, atrás queda el neo folclore, aquella expresión potijunta recargada de lirismo que le cantaba al corralero, a la china de la hacienda entregada al patrón por el derecho de pernada, al sauce llorón o al hijo del patrón: aquel huaso afeminado que lucía sus espuelas de plata, en fin, a la postal.

    Luego a partir de 1964 con el Presidente don Eduardo Frei Montalva, Chile comienza su efervescencia social impulsada por al reforma agraria. La historia de estos avances concluye aquel fatídico 11 de septiembre de 1973 y Chile vuelve a tornarse durante 17 años en un país en penumbras.

    La carta, dedicada a don Luis Roberto Parra Sandoval, su hermano, lanza su dardo al Presidente Arturo Alessandri, el “león de Tarapacá”, responsable de la matanza del Seguro Obrero el 5 de septiembre de 1938, en donde la policía asesina 59 jóvenes nacistas (con “c”) partidarios de Ibáñez, que querían hacerle un golpe de estado.

    Nuestra historia. Nuestra infamia.

    Pero la canción sobrevive, otras, como esta que capturan su esencia, nos siguen despertando. Ultra Violeta.

 

 

 

 

 


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