jueves, 1 de agosto de 2024

Camilo Sesto y mi tía Ana

 


Por: Roberto Toledo, Periodista.

 Camilo Sesto llegó a cantar por primera vez a Chile en 1973, dos meses después del golpe de estado. Hizo unos conciertos para apoyar la “reconstrucción nacional”. Luego, su fama por estos pagos estalló en el festival de Viña del Mar en el verano de 1974. Yo nací en octubre del ’74.

Entre mis recuerdos de niñez aparece en el muro de la habitación de mi tía Ana un póster de Camilo Sesto, que apareció “gratis” por aquella época en la Revista Ritmo, clásico pasquín de moda, música y esquema juvenil de ese tiempo.  

Y ahí estaba el póster de Camilo Sesto pegado al muro. Cada visita a casa de mi abuela, en la habitación de mi tía Ana estaba Camilo Sesto, la misma cara de la foto que acompaña esta nota. Como vigilante solitario que miraba de frente y desde el muro: la cama de mi tía.

Y así fueron pasando los años.

Cada visita a esa casa estaba Camilo Sesto. Imperecedero. Primavera, verano, otoño, invierno. Inundaciones, terremotos, siembras y cosechas. Camilo estaba ahí observando todo como testigo de la presencia, la ausencia, la alegría, la tristeza, la vida y la muerte de esa familia.

Una vez después de muchos años, mejor dicho, un par de décadas, ya en el mundo de la internet mi impresión fue notoria al darme cuenta de que Camilo Sesto seguía pegado en el muro, como algo fuera de época o demodé. Lo miré más de cerca y no de tan arriba. Claro, yo había crecido. Camilo ya no parecía estar tan arriba.

De pie y cruzado de brazos me pregunté lo mismo: ¿Cuántos años lleva este póster aquí?

El papel ya se estaba poniendo sepia evidenciando que la época de los setenta ya había quedado atrás hacía bastante tiempo.

Sin embargo, por ahí en 2015 el póster ya no estaba. Hasta lo extrañé por el recuerdo sentimental de haber sido parte del escenario familiar por años. Y un día, en una reunión de familia encontré a mi tía Ana y le pregunté por el póster:

- ¿Oiga tía y el póster de Camilo Sesto que tenía en su pieza?

Mi tía, que no se caracteriza por su sutileza me miró extrañada por la pregunta y me respondió lejos de todo atisbo de nostalgia:

- ¡Lo saqué poh, me aburrió ese weón maricón!

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