viernes, 1 de noviembre de 2024

Recuerdos en MINI DISC

 


Roberto Toledo. 
Periodista.

Creo que fue en  2002 o 2003 cuando compré mi Minidisc.
Maravilloso. Significaba el traspaso del caset a los inicios de la compresión de los archivos de sonido. Es decir, muchas canciones en un solo dispositivo. Lógico, comenzaba un nuevo siglo y había que tratar de ir a la par.

Mi tío Manolo a fines de los años 80 o principios de los 90 se impresionó mucho con un casete de 30 cuecas que no paraba de dar vueltas en la radio. Mi tío, un hombre de campo y trabajador de la tierra, por esos años me preguntó lleno de curiosidad "¿Cómo en esa caja tan chiquitita hay tantas canciones?".

Muchos años después, con la llegada de la computación todos comprendimos lo que significa un MB o un GB o qué decir un TB. Claro, entendimos este asunto de inmediato porque nos tocó estar en medio del traspaso de lo mecánico a lo digital y vivimos la partida de la máquina de escribir a la llegada del llamado "computador". Junto a esto, muchas otras cosas cambiaron.

La particularidad del Minidisc es que mecánicamente, como dispositivo híbrido -mitad mecánico y mitad digital - para el usuario, tiene el mismo principio que el ochentero Walkman. Se abre la tapa, se mete el casete, en este caso el mini disco. Pero la carga de archivos debía ser por software que traía incluido, para traspasar los archivos MP3 o WAV desde el ordenador.

El Minidisc tiene una capacidad de 140 MB y 80 minutos de música, lo que hoy parece de risa. Pero en esos años almacenar esa cantidad de canciones era casi el umbral de las maravillas del mundo.

Fue una tecnología cara. Era poca la gente que tenía un MD. Por cierto, a veces me preguntaban ¿Qué es eso? Una vez me dijeron ¡Qué chico ese "personal estéreo! .

Hace unos días volvió a aparecer ante mis ojos. Lo volví a usar y escuché la música que tenía guardada. Tengo alrededor de 80 MD con música. Parte de la cual me regaló mi querido amigo Simón T.

Entonces, un salud por el MD. No ha perdido su calidad de sonido, que no se puede comparar con el artificial sonido digital de hoy, el del famoso streaming.
Me quedo con el Minidisc, lejos.

jueves, 3 de octubre de 2024

Kurt Cobain, In Útero

Por: Roberto Toledo, Periodista.


Recordé a Kurt Cobain porque hace muy poco su hija, fue madre por primera vez. O sea, Kurt hoy sería abuelo y sin duda, estaría chocho con un nieto varón.

Retrocedo el casete: Nirvana explota en 1992 con el Hit “Smells like teen spirit”. Y de repente aquel 5 de abril de 1994 la noticia dio la vuelta al mundo: Kurt Cobain se suicidó de un disparo.

Aquel gringo rubio de cara insípida que todo el día se quejaba que "la fama era solo un montón de mierda" y que gracias a eso que tanto despreciaba ostentaba una cuenta de millones de dólares, dejaba de existir.

Pero la muerte y el morbo agrandan la mitomanía de los artistas. Nirvana se hizo más popular. Hasta la naciente Revista Rock & Pop chilena publicaba en su número 1 nada menos que el rostro de Kurt. Obviamente el nuevo mártir del rock debía ser vendido hasta el final y Chile obviamente no iba a ser la excepción a ese nuevo mercado.

2024, el mito de Kurt sigue vendiendo y no para de hacerlo. ¿Qué faltó en la vida de Kurt Cobain? Lo tenía todo. Al menos eso parecía.

Para bien o para mal, Kurt se presentó ante el mundo como un ser triste, aburrido de sí mismo y del mundo. Estar deprimido y disconforme en la década de los 90s era parte de estar a la moda. Moda por cierto, bastante idiota.

Mi cercanía a Nirvana la hice recién en 2013, cuando en la ecografía nos dicen que esperamos una niña lo que con la madre nos sorprendió, porque dos meses antes nos habían dicho que era un varón. “Come as you are” (ven tal cual eres) resonaba en mis oídos haciéndome un sentido especial ante esa situación.

La música, la muerte, los mitos.

De alguna u otra forma, Kurt vuelve al mundo, esta vez, con una nueva vida.

viernes, 6 de septiembre de 2024

Valentín Trujillo

 


Por: Roberto Toledo. Periodista.

Ayer el editor me envió un mensaje de audio para que le enviara la columna de este mes. Ya estaba atrasada. Lo reconozco. Pensé en escribir sobre Cerati, porque se cumplieron 10 años de su fallecimiento. El quejumbroso mensaje de voz del editor -en medio de un ruido de viento y motor de vehículo decía: “mañana no más, no me queda otra, si ya tranquilo, eso, vale compadre”. Pensé ¿para dónde irá y que estaría haciendo este hombre?

Bueno, chimuchina aparte.

Jueves 5 de septiembre de 2024, el maestro del piano Valentín Trujillo Sánchez, de 91 años, fue reconocido por el Gobierno con el Premio Nacional de Artes Musicales de Chile.

Trujillo, humano de oído absoluto, hijo de la profesora Clementina Sánchez y el minero Juan de Dios Trujillo, músico profesional del conservatorio de la Universidad de Chile, militante comunista, es ese músico culto que tiene un vínculo transversal a través de su arte con el pueblo. Categoría que muchas y muchos aparecidos quisieran, pero no todos logran.

En los 80 los que crecimos viendo sábados gigantes, lo vimos dirigiendo la orquesta y poniéndole características de piano a las pesadeces de Don Francisco. Luego con el Profesor Rossa y Guru - Guru. Momentos hilarantes de risa en las que este señor de especto bonachón, tocaba el piano y jugaba como un niño.

Un niño que también fue silenciado musicalmente luego del golpe de estado cuando supo que habían matado a Víctor Jara. En la UP tocaba el piano con Pin Pon, muñeco creado por el actor Jorge Guerra y que fue calificado de marxista por la dictadura.

Valentín Trujillo comenzó su carrera en 1943. Es la enciclopedia viva de la verdadera música popular chilena porque es el único que tocó con casi todos, de izquierda y de derecha, como Los Quincheros.

En la conmemoración de los 50 años del golpe de estado interpretó nuestro himno nacional en una elegante versión de salón, quitándole el perfil marcial que a la derecha tanto le gusta. Nada que decir, una fineza del maestro.

Y nos alegramos de corazón por este reconocimiento más que merecido -pero tardío- a alguien que ha sido un verdadero aporte a la cultura y a la ilustración del pueblo a través de la música.  

Si lee esta columna, gracias por la música maestro Valentín. Maestro eterno.

Cerati puede esperar, tengo también una historia que contar.

 

 

jueves, 1 de agosto de 2024

Camilo Sesto y mi tía Ana

 


Por: Roberto Toledo, Periodista.

 Camilo Sesto llegó a cantar por primera vez a Chile en 1973, dos meses después del golpe de estado. Hizo unos conciertos para apoyar la “reconstrucción nacional”. Luego, su fama por estos pagos estalló en el festival de Viña del Mar en el verano de 1974. Yo nací en octubre del ’74.

Entre mis recuerdos de niñez aparece en el muro de la habitación de mi tía Ana un póster de Camilo Sesto, que apareció “gratis” por aquella época en la Revista Ritmo, clásico pasquín de moda, música y esquema juvenil de ese tiempo.  

Y ahí estaba el póster de Camilo Sesto pegado al muro. Cada visita a casa de mi abuela, en la habitación de mi tía Ana estaba Camilo Sesto, la misma cara de la foto que acompaña esta nota. Como vigilante solitario que miraba de frente y desde el muro: la cama de mi tía.

Y así fueron pasando los años.

Cada visita a esa casa estaba Camilo Sesto. Imperecedero. Primavera, verano, otoño, invierno. Inundaciones, terremotos, siembras y cosechas. Camilo estaba ahí observando todo como testigo de la presencia, la ausencia, la alegría, la tristeza, la vida y la muerte de esa familia.

Una vez después de muchos años, mejor dicho, un par de décadas, ya en el mundo de la internet mi impresión fue notoria al darme cuenta de que Camilo Sesto seguía pegado en el muro, como algo fuera de época o demodé. Lo miré más de cerca y no de tan arriba. Claro, yo había crecido. Camilo ya no parecía estar tan arriba.

De pie y cruzado de brazos me pregunté lo mismo: ¿Cuántos años lleva este póster aquí?

El papel ya se estaba poniendo sepia evidenciando que la época de los setenta ya había quedado atrás hacía bastante tiempo.

Sin embargo, por ahí en 2015 el póster ya no estaba. Hasta lo extrañé por el recuerdo sentimental de haber sido parte del escenario familiar por años. Y un día, en una reunión de familia encontré a mi tía Ana y le pregunté por el póster:

- ¿Oiga tía y el póster de Camilo Sesto que tenía en su pieza?

Mi tía, que no se caracteriza por su sutileza me miró extrañada por la pregunta y me respondió lejos de todo atisbo de nostalgia:

- ¡Lo saqué poh, me aburrió ese weón maricón!

jueves, 4 de julio de 2024

Entrevista a Antonio Larrea

 


Por: Roberto Toledo. Periodista. Entrevista realizada en 2009.

 

“…Hoy supe como apagaron tu voz. Lloré tu muerte y salí a caminar por el parque vecino al taller…quería hablar pero no había nadie. Seguí caminando y pensando…pensando…en ese derecho de vivir en paz”.

En el libro 33 1/3 RPM (nominado al Altazor 2009 en Categoría Diseño e Ilustración), Antonio Larrea (1948) su autor, evoca tristemente aquel lejano 21 de septiembre de 1973. Sólo 4 días antes, por un diminuto párrafo publicado en La Segunda se había enterado que su amigo Víctor Jara, estaba muerto. Otro de sus amigos habría sido degollado y arrojado al mar; era Jorge Müller, el flaco Müller, cineasta y camarógrafo de “La batalla de Chile” quien estuvo prisionero en el campo de concentración que tenía la FACH en el lindo balneario de Ritoque.

Por esos días previos al golpe de estado, Víctor Jara había dado el visto bueno al diseño de la carátula de su último disco que se llamaría “Tiempos que cambian”, título que posteriormente tomaría carácter de premonitorio.

Sobre la mesa están los diseños y las fotos originales de las carátulas de muchos discos de la DICAP (Discoteca del cantar popular) y cual de todas con más historia que Antonio Larrea comparte generosamente: Un joven y debutante Tito Fernández sostiene una guitarra, los Quilapayún mueven sus brazos y posan para la foto, un gorrión muerto debajo de unas letras rojas y sangrientas que gritan  BASTA, un par de originales de Víctor Jara quien los tuvo en sus manos hace más de 36 años. Hay en los diseños algunos detalles divertidos que hasta al propio Víctor le sacaron risas en su momento, hay otros simplemente impresionantes y que no se pueden publicar. Con los años, sus fotos pasaron a ser registros invaluables de una historia que se pretendió quemar.

Muchos tenemos una imagen de los 70s como que la vida pasaba en blanco y negro, sin embargo hay bastante colorido en los diseños de los discos…

La imagen real de esa época. Prácticamente se hacía todo en blanco y negro por la tecnología.

En su libro “Rostros y Rastros de un Canto” (1997) aparece una foto en color de Víctor Jara…

Que es de las pocas que yo tengo. Porque el color en esa época no estaba tan desarrollado. Como dispositivo era de muy mala calidad.

 ¿Cómo era Víctor?

Yo siempre tuve una afinidad fuerte con el...de igual a igual...compartíamos mucha creatividad...el tomaba mi creatividad de estudiante, tomaba mis propuestas, como estas líneas (señala un bosquejo de líneas onduladas) le diseñé una carátula con esa forma…que iba a ser la portada primero y después se propuso hacer un álbum, entonces eso le gustaba al Víctor, todas esas propuestas nuevas de colores, más la fuerte propuesta musical del disco “El derecho de vivir en paz” de 1972, en el cual invitó a los Blops, hay afro americano metido entremedio, entonces ambas propuestas eran fuertes y novedosas. Y eso era mutuo. El traspaso de creatividad. Para su lanzamiento, que fue en el antiguo teatro Marconi (hoy Providencia) proyectamos diaporamas sobre el telón de cine y ya había un cuento audiovisual. Víctor me pasó las letras de las canciones y pude graficarlas. Entonces esas cosas me motivaban a mi y a el. Nunca hubo imposiciones, lo que yo le proponía le gustaba. Recuerdo que conversamos de ponerle el título y quedamos de poner todo adentro. El disco es blanco completamente. Cuando tu lo abres te encuentras con todos esos colores y el título.

De pronto, Antonio Larrea saca de un estuche una de sus “joyitas”. Me dice que haga a un lado el tazón de café, lo que me sugiere que estoy a punto de ver una pieza única. Y es nada menos que el original del disco “El derecho de Vivir en Paz” de Víctor Jara que pone cuidadosamente sobre la mesa. Los míticos arco iris ondulados parecen enrollarse e iluminar la oficina. Son pintados a  mano. Perfectos. Al lado de ellos Víctor fuma mirando hacia la izquierda, es la imagen que posteriormente daría la vuelta al mundo.

Lo veo y no lo creo, impresionante, ¿Cuántos años estuvo escondido este original?

Siempre estuvo conmigo. Todo lo que tu vez aquí siempre estuvo conmigo, mis archivos de fotos, los bocetos, los atesoré y como no me allanaron los pude conservar. Así como un día estaba Víctor mirando los diseños de sus discos, al otro llegaba la Isabel Parra, otro día venían los Quilapayún y en especial Willy Oddó, quien era un chiste todo el rato… A veces llegaba con una sarta de machas con queso y hacía machas a la parmesana porque el departamento era grande, tenía una cocina grande y nadie le daba bola hasta que gritaba: ¡Ya están listas las machas!, después se ponían los ponchos y se tomaban la foto todos serios.

¿Que sentía cuando los discos de la nueva canción chilena eran quemados?

Más bien temor. El temor estaba generalizado en el país. Un elemento como la tapa de un disco podía generar miedo en la familia. Bueno, generó ese miedo, otros, los que se dieron cuenta que eran históricos los enterraron en los jardines...

Fueron más previsores…

Pero el temor se metió hasta en ese tipo de cosas, hasta tener una gráfica. Acuérdate que se prohibió el sonido de la quena, el pelo tenía que ser determinado corte, no se podía usar barba, hasta el más mínimo aire de simpatía por la UP era peligroso y falleció mucha gente por este tipo de cosas. Después desaparecí. Vicente estaba en Ecuador.  Una vez llamaron preguntando por los directores de DICAP y tuvimos que explicar un poco lo que hacíamos. Pero eran preguntas absurdas como por qué usábamos colores rojos, pensaban que éramos del partido. Nosotros éramos una empresa comercial.

 ¿Usted era militante de la izquierda?

Siempre he tenido un pensamiento independiente en relación a todo. Religión y Política. Eso me permite pensar para todos lados. No soporto que me dirijan la mente aunque piense igual que tu.   No necesito tener un cartel para decir yo soy así. Prefiero que mi pensamiento fluya y pueda yo mismo decir estoy equivocado...

Libre pensador...

Libre pensador...por su puesto que fluyo hacia la izquierda...me formé políticamente en esa época...empecé como estudiante de diseño y a través de todos esos acontecimientos hasta ver el mismo golpe de Estado.  Quedé marcado por esa situación....tampoco estábamos tan insertos en la política o si no ahora no tendríamos capacidad de hacer tantas cosas y quizás fue bueno eso porque estábamos paralelamente trabajando, pero motivados por otra situación más artística y representando algo como solucionar la portada de un disco  con un tema determinado.

Es imposible no vincular los diseños con la UP...

Y las canciones también...los primeros discos fueros utilizados para la campaña de Allende, Por Vietnam de Quilapayún, Pongo en tus manos abiertas de Víctor Jara...hasta la cantata que salió un poquito antes de la elección de Allende, fuera que nosotros estábamos haciendo los afiches de la campaña, yo le hice el afiche del “por ti venceremos”, ese fue el afiche principal.

¿Les mandaron a hacer afiches a pedido?

El Partido Comunista con lo dogmático que es en las portadas de los discos nunca nos puso una dirección. Nada. Nuestro contacto era directamente con los artistas. Y a ellos tampoco los dirijan.  Quizás en algunos momentos les pidieron canciones más dirigidas y se nota...a mi no me gustaban incluso porque se salían de toda la creatividad más espontánea y bueno porque también en esa época había una revolución mundial fuerte como la guerra de Vietnam, la revolución del 68, bloqueo en Cuba, la UP por acá, la guerra fría, lo que estaba pasando en Argentina, había discusión por todos lados como para cambiar el mundo.

Sin duda esa época marcó parte de su vida…

Pasé por la esquina, miré pa’ llá, estaba pasando algo y entré. Después salimos y todo esto se convirtió en historia….

¿Quién era Homero Caro?

Lo descubrió Víctor Jara. Tiene una voz preciosa. Me encanta. Al Homero le hice una carátula muy bonita, muy simple y Víctor lo presentó, lo llevó a la Peña de los Parra...El Homero se fue al exilio...falleció en Francia se enfermó, le dio depresión, murió al tiempo después.

 ¿Nunca más supo de su amigo Jorge Müller?

El último rastro del flaco está en Ritoque. Ahí había un campo de concentración de la FACH. Supuestamente  lo lanzaron degollado al mar. Porque así los tiraban. Imagínate esa acción. Yo me pongo en el caso de el...lo que sufrió...se me revuelve el estómago.

 ¿Usted dónde estaba para el golpe?

Yo estaba en la calle Bulnes y vi pasar los aviones. Para mi fue un impacto haber visto bombardear la moneda con el Presidente adentro. Era un tiro al blanco el que se estaba dando. Ese fue el primer impacto...a mi también me bombardearon en ese momento.

¿Y después en los 80?

Empecé como a revivir todo el cuento. Los primeros encuentros en contra de Pinochet. Recuerdo el plebiscito del 78. El voto era siniestro era una bandera chilena y una bandera negra. Todas las viejitas asustadas votaban por la bandera chilena. Los votos eran casi transparentes. La mesa de votación estaba llena de CNI que te miraban. Había un terror interno. Hasta el Leigh hizo un comentario en contra de ese voto. Primero fue el golpe destructor. El segundo golpe fue el de la derecha económica que puso a Pinochet a dirigir el país hacia dónde ellos querían. Recuerdo las primeras manifestaciones en contra del régimen ahí en el Parque O´higgins. La gente nos sacaba fotos. Incluso yo tomé algunas en ese momento pero todos se asustaban porque nadie sabía si uno era CNI o uno de ellos. El 86 viajé a  Australia y conocí a mucha gente en el exilio. Ahí me di cuenta de la importancia de la gráfica y las imágenes que habíamos creado con Vicente habían provocado mucho en la vida de muchos chilenos...

 

 

jueves, 6 de junio de 2024

SHIRLEY MANSON en el Chile que arde

 


Por: Roberto Toledo. Periodista.

A fines de los años noventa una de las pocas bandas del primer mundo que me
pareció interesante fue Garbage.

Puede ser que el año 1997 o 1998. Su canción "Stupid Girl" resonaba en mis
oídos gracias al sobreviviente "pérsonal stereo". Buena canción y más encima
con ese título cantada por una mujer, porque la estupidez, se quiera o no, es
inherente a los seres humanos sea cual sea el género, su identidad o su
autodenominación.

Por esos años el canal MTV emitía los videoclips. Tengo un recuerdo borroso,
trasnochado, personal, pero que viene al caso: una noche de aquella época,
madrugada más bien, me veo sentado cómodamente frente a un televisor, el
lugar estaba iluminado solamente con la luz de la pantalla. Una botella de ron,
una bolsa de hielo convirtiéndose en agua, colillas de cigarros en un plato
hondo y el humo haciendo el ambiente más denso. Estaba en compañía -
femenina, por cierto, aunque está de más señalarlo- y en medio de esa escena
de pronto aparece en la televisión la bella Shirley Manson, con un vestido
blanco cantando "I'm waiting, I'm waiting for you". Esta canción se llama
"Milk". "Esta bruja me ha embrujado", le comenté a la dama que estaba conmigo. La
canción encajaba perfecto con el momento. Bueno, todo encajó perfecto en
ese momento.

Garbage siempre estuvo en mis referentes, aunque soy fan de su primer disco.
En la década de 2000 no los seguí, de hecho, ni sé cuáles fueron los siguientes
hits.

Y así pasaron los años, mejor dicho, las décadas.

Shirley Manson vino a Chile en medio del levantamiento del pueblo. Aquel
que la oligarquía y burguesía dueña de los medios de comunicación insistió en
bautizar como “estallido”.

"Es una de las cosas más intensas que he visto en mi vida", declaró. Pero ella
no vino precisamente a apoyar esta causa, vino por otros asuntos. Coincidió
que le tocó estar en medio de la vorágine y ella, feminista, activista, por
supuesto que iba a participar y estar presente. La filmaron caminando en
medio de una marcha en la Alameda, fue a la tumba de Víctor Jara, visitó el
museo de la memoria, habló de los carabineros y dijo que "Cuando la policía
dispara a las caras de la gente no es accidental".

A veces pasa que la realidad supera a la fantasía: las sincronías, esos sucesos
externos o físicos que se vinculan con los pensamientos internos para que le
demos un significado simbólico, nos sorprenden.
Tanta fantasía que me reflejaste.
Pero eres de verdad Shirley Manson.


jueves, 2 de mayo de 2024

Tulio Enrique León: desde otra galaxia y adelantado a su época


                                                               Por: Roberto Toledo

Cuando visitaba la casa del tío Oscar y la tía Teresa iba directo al tocadiscos y buscaba el long play de Tulio Enrique León. Pinchaba una y otra vez "la pollera amarilla" y la divertida "el cable submarino". Era el mismo disco de la foto que encabeza esta columna, registro musical que data de 1965 en Venezuela y fue publicado en Chile en 1977. Hace unos años encontré el mismo disco en un persa, entre muchas otras antiguas selecciones de bailables.


            Mi primo Oscar, primogénito del tío, tenía unos enormes audífonos tipo cápsulas que conectaba al clásico "3 en 1", que eran los equipos que tenían receptor de radio, doble casetera además del tocadiscos y cuando hacía girar aquel 33 1/3 revoluciones por minuto, comenzaba la catarsis en mi cabeza.

            Hay varios datos de Tulio Enrique León. Cuenta la leyenda que su médico le dijo que en vez de gastar el dinero en un tratamiento para detener la ceguera -sí, don Tulio era un músico no vidente- se comprara un piano. Después vendió el piano y lo cambió por el más moderno "Hammond" con el cual, hasta ese momento "actualizó" la cumbia con esos efectos hipnóticos que añadió a las armonías de sus versiones instrumentales. Recuerdo muchas fiestas familiares con esta banda sonora única. Tulio Enrique León fue muy popular en Latinoamérica y su legado, en parte, es el mérito de su talento para renovar  -hace más de 60 años- estos ritmos bailables y dejar un precedente a fuego para lo que hoy se denomina "tecno cumbia".


              Tulio Enrique León bien podría haber tocado en Kraftwerk, Erasure, Depeche Mode o en Pet Shop Boys. ¿Qué pensarían estos tipos al escuchar la melodía de la pollera amarilla?. "No somos nada", seguro.

              Siempre que lo escucho suena anacrónico, pero a la vez moderno y pienso si lo habrán enviado al espacio en la sonda Voyager, misión espacial de 1977, en donde se incluyó en esos discos de cobre bañados en oro música de Beethoven o Chuck Berry entre otros y que al encontrarlo y por cierto escucharlo, alguna civilización de otra galaxia bailaría al son o al compás de su ritmo, pues la música es un idioma universal. 

       Su sonido es el de la radio AM. Mientras escribo esta columna lo conecto vía bluetooth desde Spotify y pienso ¿qué diría este maestro de la música vía streaming o de las plataformas digitales? Porque hoy se encuentra ahí, vivo, en su música y en la matrix y en el metaverso. 

Este músico venezolano dejó el mundo cuando aún era muy joven: tenía 43 años. Nació en 1938 y falleció en 1982. Un genio latinoamericano adelantado a su época que abrió camino en tierra de nadie para el futuro y el desarrollo de la música popular. 

 

Gire por la galaxia don Tulio, para su música, el planeta tierra quedó muy pequeño. 

 


viernes, 5 de abril de 2024

Ultravioleta

 

Por: Roberto Toledo. Periodista.

 

    Cursé mi educación básica entre 1981 y 1988. Todos los años en los actos de septiembre, mi escuela fiscal con número de portaaviones se adornaba con banderas, guirnaldas y la alegría de la primavera.  Por esos años, un profesor, el Sr. Campos, hacía cantar a su curso integrado por hombres la canción "la petaquita" de Violeta Parra. Era divertido ver y escuchar a un coro de más o menos quince pelusones cantando, muy serios, frases como: "Tengo una petaquita, para ir guardando, las penas y pesares, que voy pasando. Pero algún día, pero algún día, abro la petaquita y la encuentro vacía". Y así, año tras año y en distintas actuaciones, los mismos tontorrones cantaban al unísono y moviéndose en vaivén "tengo una petaquita, para ir guardando, las penas y pesares que voy pasando", mientras el Sr. Campos, muy serio, los dirigía.

    Así conocí a Violeta Parra de manera consciente. Mi abuela Rosa, que escuchaba radio en el campo, cantaba otra canción: "Dónde estás prenda querida, dueña de mi pensamiento". La susurraba bajito, como divagando. Con los años, "gracias a la vida" y "volver a los 17" se escuchaban en la televisión de la dictadura bajo la siútica interpretación de aquellos cantantes que la homenajeaban sólo para el espectáculo.  Bueno, eran otros tiempos, otra televisión.

    Pero la epifanía vino a mí un día al final de la década de los años noventa cuando en un disco compacto de Violeta escuché los siguientes versos: "Me mandaron una carta, por el correo temprano, en esa carta me dicen que cayó preso mi hermano y sin lástima con grillos, por la calle lo arrastraron". Abrí los ojos y los pelos de mis brazos se erizaron como alambre. "La carta dice el motivo, que ha cometido Roberto (coincidencia), haber apoyado el paro que ya se había resuelto. Si acaso esto es un motivo, presa también voy sargento".

    La canción seguía sonando y los versos de Violeta Parra eran una ráfaga:

    “Yo que me encuentro tan lejos, esperando una noticia, me viene a decir la carta que en mi patria no hay justicia, los hambrientos piden pan, plomo les da la milicia”.

    “De esta manera pomposa, quieren conservar su asiento, los de abanico y de frac sin tener merecimiento, van y vienen de la iglesia y olvidan los mandamientos, sí”.

    “Abrase visto insolencia, barbarie y alevosía, de presentar el trabuco y matar a sangre fría, a quien defensa no tiene con las dos manos vacías, sí”

    La carta que he recibido me pide contestación, yo pido que se propale por toda la población, que el león es un sanguinario en toda generación”.

    “Por suerte tengo guitarra, para llorar mi dolor, también tengo nueve hermanos fuera del que se engrilló, los nueve son comunistas con el favor de mi Dios, sí”

     La carta se publica el año 1971 en “Canciones reencontradas en París”, disco póstumo de Violeta, pero fue grabada en 1962. Esta canción, con dos acordes, consigna el inicio de “la nueva canción chilena”, aquella composición musical popular que comienza a hablar de las necesidades, carencias y anhelos de justicia del pueblo chileno.

    Con el nacimiento de la nueva canción, atrás queda el neo folclore, aquella expresión potijunta recargada de lirismo que le cantaba al corralero, a la china de la hacienda entregada al patrón por el derecho de pernada, al sauce llorón o al hijo del patrón: aquel huaso afeminado que lucía sus espuelas de plata, en fin, a la postal.

    Luego a partir de 1964 con el Presidente don Eduardo Frei Montalva, Chile comienza su efervescencia social impulsada por al reforma agraria. La historia de estos avances concluye aquel fatídico 11 de septiembre de 1973 y Chile vuelve a tornarse durante 17 años en un país en penumbras.

    La carta, dedicada a don Luis Roberto Parra Sandoval, su hermano, lanza su dardo al Presidente Arturo Alessandri, el “león de Tarapacá”, responsable de la matanza del Seguro Obrero el 5 de septiembre de 1938, en donde la policía asesina 59 jóvenes nacistas (con “c”) partidarios de Ibáñez, que querían hacerle un golpe de estado.

    Nuestra historia. Nuestra infamia.

    Pero la canción sobrevive, otras, como esta que capturan su esencia, nos siguen despertando. Ultra Violeta.

 

 

 

 

 


jueves, 29 de febrero de 2024

RUSH, a letras


 Por: Roberto Toledo. Periodista.

 

 Domingo 17 de octubre de 2010. El dinosaurio del rock toca por primera vez en el fin del mundo. En el subdesarrollo. En la periferia del globo terráqueo. Recién cuatro días antes se había ejecutado el rescate de los 33 mineros por el derrumbe de la mina San José, ubicada en Caldera, cerca de Copiapó en el norte de Chile. El caso dio la vuelta al mundo y dejaba en evidencia una vez más la precariedad laboral, la misma que 106 años atrás había narrado don Baldomero Lillo en el primer libro de literatura de denuncia social escrito en Chile llamado "Sub terra", publicado en 1904 y que relataba las miserias de los mineros que trabajaban en la explotación del carbón en la ciudad de Lota.

 

La noticia de la confirmación de este concierto comenzó al menos un año antes y la expectación no fue menor. Para los fanáticos del rock, la banda canadiense Rush siempre fue, es y será “otra cosa”. Era el marco de la gira “Time Machine Tour” y tocarían por completo el disco “Moving pictures” del año 1981, que comienza con el famoso “Tom Sawyer”.

 

Por esos años, con mi colega y amigo Felipe Ogaz nos pusimos de acuerdo: 

 - ¡Viene Rush, tenemos que comprar las entradas antes que se agoten! 

- ¡Ya, por la premura, compremos las dos con la tarjeta y las pagamos a letras!

 

Compramos entradas para cancha. Las pagamos a tres meses precio contado durante noviembre, diciembre y enero de 2011. En ese tiempo había que ir presencialmente a comprar un “ticket”. No se hacía fila virtual y se respetaba el turno. He sabido que ahora al comprar por internet se puede estar clavado en puesto de espera número 25 mil ¡qué horror!

 Pasaron al menos cuatro o cinco meses hasta el día del espectáculo. Por fin aquel domingo 17 de octubre de 2010 Felipe estacionaba su auto a unas cuadras del estadio nacional, en un rincón estratégico que mi amigo conocía muy bien. Mientras íbamos caminando al recinto le comenté que en la oficina había una gringa, a quien le conté -como una divertida forma de perder el tiempo- que venía a ver a Rush. La gringa, entusiasmada con la conversa me dijo en su chapurreado español con sonsonete anglo:

"¡Qué bueno! Una vez, hace años, los vi en San Luis (Ciudad donde está el arco Gateway, ubicada en el estado de Misuri, Estados Unidos) porque yo soy de allá. Me llamó la atención el público, porque había muchos granjeros. ¡Pásalo bien!”.

 A la entrada del estadio nos hicimos fotos con unas promotoras. Se sentía expectación. Un par de días antes de comenzar a escribir esta columna Felipe me recordó que Neil Peart viajó en su motocicleta desde Brasil para llegar a tocar a Santiago de Chile. Y es cierto, Peart además y por primera vez en 36 años, hizo una foto desde la batería al público y la subió a Twitter (hoy X).

 Fue un concierto alucinante. Sin estridencia. Sin ruido de tarros.  Ver la infraestructura de primer mundo, el sonido y la calidad del espectáculo de los dinosaurios canadienses fue inolvidable. Dedicaron a los 33 mineros el tema "Stick it out" del disco "Counterparts".

 Rush fue y digo fue, una banda especial, porque el irremplazable Neil Peart, cerebro y motor de este grupo, falleció el 7 de enero de 2020 a los 67 años. 

 No pretendo y menos quiero ser pedante, no soy crítico de música. Los que hablan hoy en los medios son gente que solo hace comentarios replicando lugares comunes de las publicaciones del negocio del espectáculo. Además, la mayoría no toca ni el timbre.

 Me gusta Rush, pero su etapa ochentera. Por si les interesa, aparte de sus hits “Tom Sawyer”, "Red barchetta", "Closer to the heart" o “The spirit of radio" les recomiendo la escucha de los discos: "Moving pictures", "Signals", "Grace under pressure", "Power windows", "Hold your fire", el especial "Presto", "Counterparts", "Rush in Rio" y el último, aunque algo repetitivo "Clockwork angels". 

 Con Felipe siempre recordamos la anécdota de haber visto a "Rush, a letras". Jamás nos arrepentimos porque pagamos por ver un gran espectáculo, escuchamos un gran concierto y reímos mucho, porque lo pasamos muy bien.

 Alcanzamos a ver tocar juntos a Neil Peart, Geddy Lee y Alex Lifeson.

 Te dedico esta columna amigo.

jueves, 1 de febrero de 2024

EN LOS CORAZONES DE CHILE


 Por Roberto Toledo. Periodista


A más de tres décadas de Corazones

En 2020 el disco “corazones” del grupo Los Prisioneros cumplió 30 años. Hoy en 2024 ya contamos 34. Sí, 34 años. Hace 34 años, quien suscribe tenía 15 años.

Y claro, la línea de tiempo avanza sin piedad. Ahora soy el viejo con su "música de antes".

En 1990 Chile era otro país y el ambiente era de optimismo. Un año y diez meses antes había ganado el No a Pinochet. Y en marzo del 90 asumió la presidencia don Patricio Aylwin. Ya no era ese Chile de ropa gris. La gente salió a la calle. Todos hablaban con todos: los vecinos, mis padres incluidos, conversaban de democracia, palabra que estuvo vetada en los años de dictadura. Ellos, como todos los que vivieron los rigores del golpe de estado, sabían muy bien lo que eso significaba y la miseria que trajo consigo en el futuro. El sector burgués con los militares implantó en Chile un sistema económico que hizo creer a los pobres de clase media, que serían ricos en base a la tarjeta de crédito.

Hoy Chile es una melcocha extraña. Su gente “opina” con teléfono en mano de lo que sea. Un país maniaco depresivo que viaja a un resort en el caribe por cuatro días, seis noches y está un año pagando su aspiracional descanso.

En 2020 se escribió todo respecto del disco corazones y su 30 aniversario. Y a los fans de la música, nos queda recordar.

El 20 de mayo del 90 fue domingo. Ese día salió el casete al mercado. En Chile, el 21 de mayo es festivo porque se celebran nuestras Glorias Navales por la Guerra del Pacífico.

Recuerdo que mi caset lo compré los primeros días de junio. Me costó $1.500, luca y media. Ese era el precio en promedio de los casetes en aquella época. Tren al sur ya sonaba en las radios AM de la provincia. Amiga mía, también y de este último, tengo el disco sencillo en 45 RPM.

A los 15 años es la edad justa para comenzar el amor. Pero aparte de las mujeres y las vivencias personales, esta música me marcó para siempre.

Hay muchos por qué.

Crecí en la década de los 80, por eso era extraño oír a Los Prisioneros cantar al amor en todo un disco. Pero venían con un producto moderno que sigue sonando como tal. La nueva política no los quería -así como muchas otras cosas- porque eran personajes del pasado y ese pasado debía borrarse. Pero la música triunfó, porque refrescaron el ambiente, a pesar de que sus protagonistas han declarado que “costó meter el disco en las radios”.

 Verano de 1991. Pudo ser enero o febrero.

Tengo un recuerdo en Pichilemu. Los Prisioneros se presentaron en el gimnasio municipal. Estamos escuchando en la radio de un furgón pan de molde el concierto transmitido por la emisora local. Jorge González habla:

"Yo cuando chico venía a Pichilemu, tengo una foto en blanco y negro con mi mamá".

- ¿Y si vamos?

Dicho y hecho.

Parados afuera del gimnasio, escuchábamos la música. De repente aparecen tres rubias, al parecer hermanas. Nos pasan sus entradas y nos dicen: ¡Entren, nosotras nos tenemos que ir!

Esto fue un milagro y les agradezco por siempre a esos tres bellos ángeles.

Al entrar al recinto, veo por primera vez a los míticos prisioneros. Tapia en su moderna batería. Cecilia Aguayo parecía una hermosa gata que bailaba detrás del teclado. Y Jorge González flaco con una guitarra electroacústica negra. Tocaban el tema "con suavidad" y el sonido de esos sintetizadores era para mí, de otro planeta.

Aclaro que, para mí, porque me crie al lado del recinto donde se hacían las fondas. Mi referencia de banda en vivo hasta ese momento era: la orquesta de cumbia y el grupo folklórico de huasos. 

En momento de pausa, un tipo de la primera fila le grita a Jorge González: ¡la voz de los ochenta!

Y JG pone su cara de vinagre, tan característica de nuestro genio rockero.

Podría recordar muchas cosas más.

Podría comentar de cuestiones que ya están dichas pero que no me competen. Insisto en que solo escribo desde la vereda de un fanático de la música.

Hasta podría hablar de las mujeres que me han acompañado en la vida: las "amigas mías".

- ¿Para qué?

No obstante, el efecto del disco corazones fue tan fuerte, que personalmente no volví a sentir frescura en la música hasta 1995 cuando escuché el disco “Peces”, de Lucybell. Ese disco sonaba a algo novedoso pero parecido a “Dynamo” de Soda Stereo.

No volví a ver a Los Prisioneros hasta su vuelta, en el estadio nacional, aquel 30 de noviembre de 2001.

 "Donde al fin podré de nuevo respirar, adentro y hondo, alegrías del corazón"

"Al olor de tu sangre, al sabor de tu cuello, al dolor de tu llanto, al color de tu voz"

"Logro mirarte los dientes, me emociona si me haces callar"

"Estás presa en esa ventana y toda esta ciudad hoy tiene el color de tus ojos"

Estamos en 2024 y nadie supera este gran disco, que sigue influenciando a los músicos jóvenes, incluido el hijo de Cerati.

Gracias por tanto JG.



* Bonus Track:

 

2023. Una noche volvía a mi hogar en un Uber. Ya no tengo 15 años, voy camino a los 50. Era de noche. Santiago de Chile nocturno, la ciudad con luces, sus habitantes son ahora seres extraños que pululan por un arrabal a media luz. Al interior del auto comienza a sonar "Estrechez de corazón" y el chófer me pregunta si le puede dar más volumen. Le digo que sí.

La música se oía potente, como de otro mundo, con un sonido de azul profundo.

Me comenta que es una radio de México que escucha por el teléfono y la conecta al vehículo vía bluetooth.

- ¡Qué raro que toquen a los prisioneros! Dice.

¡No es tan raro -le comento en tono de reflexión- porque este disco lo grabaron en Los Ángeles, California y sonó harto por allá!

- ¡Aaaah! Responde.

Escucho la música y me vuelven todas las imágenes que les comento.

La Alameda nocturna, Providencia, Santiago pasa por la ventana. Es tarde y en el vidrio, como un ectoplasma, mi mente trae el rostro de una mujer que conozco:

"Estás presa en esa ventana y toda esta ciudad hoy tiene el color de tus ojos".